
En Cochabamba, cuando una mujer es encarcelada por contrabando o por estar involucrada en el tráfico de drogas a pequeña escala, y no cuenta con ayuda para la crianza de sus hijos o hijas (por ejemplo, abuelos, parientes o hermanos), no tiene otra opción que llevar a sus hijos a la prisión. La mujer presa debe pagar por una celda para ella y sus hijos así como la comida, ropa y medicina –es decir, todo lo que se necesita. Cada mujer presa “encuentra” un algún tipo de trabajo como por ejemplo, cocinar, hornear o producir algo para los otros presos, o bien cuida o manda sus hijos o hijas mayores a vender en la calle. Ellas lavan la ropa de los guardias y remiendan ropa, o bien la confeccionan y la venden. En el taller de carpintería, mesas, sillas, camas para niños y niñas y casas para perros son hechos y vendidos a la entrada de la prisión…todas estas actividades son maneras para asegurar algún tipo de ingreso. Los niños no tienen un lugar para jugar, tampoco tienen acceso a la educación.
Desde 1996 existe un proyecto que es sostenido por el estado, no obstante, necesita fondos adicionales de diferentes organizaciones. Un bus recoge a los niños (actualmente suman 138) de tres prisiones. Los niños pequeños (1-6 años) son llevados a una casa que es un jardín escolar. Los mayores son llevados a la escuela. La organización alquila dos casas: en una casa, se alquila un piso completo con tres habitaciones, un cuarto de lavandería y un patio interior con juguetes. Aquí se dejan a los niños pequeños hasta que cumplan edad para ir a la escuela. Aprenden a lavarse las manos, los dientes, etc. debido a las pobres condiciones sanitarias en las cárceles. En el jardín escolar, los pequeños también aprenden el abecedario, los números y aprenden a leer. También aprenden canciones y a jugar. Los niños más grandes van a la segunda casa. Aquí hay una cocina grande y un horno donde se hornea pan a diario. Los niños comen en una de las habitaciones principales.
También hay una librería y habitaciones para hacer tareas con ayuda de los miembros de la organización. Los niños aprenden a hacer artesanías y cerámica. Algunos aprenden artes marciales como el judo y hasta han ganado medallas.
Cerca se encuentra un campo de fútbol y en los últimos tres años los niños mayores organizaron una banda. Con su trabajo en su tiempo libre, han podido comprar sus instrumentos musicales. Los niños tocan en diferentes partes de la ciudad para ganar dinero extra.
En la tarde, los niños juegan en las barrios cercanos; también reciben ayuda y apoyo para hacer sus tareas. Por las noches, el bus lleva a niños y niñas de regreso a las prisiones.
Verónica Bustillos, la directora del proyecto, comenta, “Queremos que los niños y las niñas desarrollen sentimientos de autovaloración y consciencia, que entiendan que son como las otras personas, que pueden aprender y descubrir sus talentos y habilidades, y que no tienen por qué haber vivido en una cárcel”.
En 2009, hubo una brecha financiera de 16 por ciento en el presupuesto total, poniendo en peligro la continuación del proyecto. Nuestro apoyo en los próximos cinco años asegura la continuación del proyecto. En 2012, apoyamos a cuatro jóvenes acompañados por el CAICC para completar el bachillerato. Estos jóvenes aplicaron a la universidad para continuar sus estudios. Sin duda, esto es un gran logro.

